La pandemia del Covid-19 ha supuesto un cambio de reglas a todo nivel, podría resumirse en efectos contrarios y simultáneos: mientras que algunos sectores se detuvieron completamente otros se aceleraron exponencialmente. No obstante, la educación no tuvo un comportamiento tan predecible, mientras que la educación virtual se instaló en las mentes de los sectores más ricos de la población, para aquellos que no logran superar la triple brecha (acceso a energía eléctrica, internet y dispositivos) supuso un parón en su proceso de aprendizaje. Cada día que las personas sin acceso a internet no encuentran una respuesta a su problemática, estamos condenando a una generación de niños – no sólo rurales – al rezago y la pobreza. La situación es tan apremiante, que ya no es correcto hablar de brecha digital, estamos ante un abismo digital que, además, no para de crecer.
Según datos de la UNESCO (2020), en el pico de cierre de escuelas, 1,576,246,796 estudiantes fueron afectados, los cuales representaban un 90% del total de alumnos matriculados, para un total de 184 cierres a nivel nacional. Ante la necesidad de cancelar las clases presenciales, tanto gobiernos como instituciones educativas han acudido a las tecnologías en su afán de velar por el cumplimiento del derecho a la educación. Sin embargo, la educación virtual enfrenta serias dificultades y cuestionamientos éticos, sobre todo respecto a la equidad del modelo. Los factores que condicionan una educación de calidad en línea deben analizarse con enfoque diferencial: la ubicación geográfica, los ingresos, la pertenencia étnica y el tipo de institución educativa a la que pertenecen los niños, los cuales cambian la eficacia de la respuesta educativa en tiempos de pandemia. Por dar un ejemplo, en el año 2019, la proporción de estudiantes que no utilizan internet es de 29% para colegios Oficiales frente al 9% en los No oficiales, por su parte el acceso diario era de 38% para Oficiales, frente al 73% de No Oficiales.
Figura 1. Frecuencia de uso de internet de estudiantes según sector del colegio 2019.
Fuente: DANE: Encuesta de Calidad de Vida 2012-2019.
Cálculos propios
En una entrevista con Sindey Bernal, profesora del Colegio Enrique Olaya Herrera, nominada al Global teacher Prize, premio que se otorga anualmente a un maestro excepcional que ha realizado una contribución sobresaliente a su profesión, destacada como una de las 10 jóvenes sobresalientes de Colombia TOYP 2019 por la JCI y profesora abanderada de Educall; quién nos compartió parte la realidad de ser maestro en época de pandemia: “Tenemos desconectados el 13.7% de nuestros estudiantes, y eso que estamos en Bogotá. Muchos de mis chicos desde el primer día de pandemia quedaron desconectados. Hemos prestado todos los equipos del colegio, pero es insuficiente”
“…Y nosotros estamos en Bogotá, muchos de mis estudiantes han tenido que irse al campo a trabajar, la situación es apremiante mucho peor en el sector rural.”
La falta de condiciones para acceder a una clase: conexión adecuada, computador y celulares que, señala la profesora Sindey es solo un síntoma de una situación más angustiante, la de los niños y niñas en la zona rural.
El incremento en el abismo digital se suma al rezago histórico del sector rural, y uno de los mayores riesgos es que se incremente aún más la distancia en la deserción para niños del sector urbano y rural. Según datos del Ministerio de educación Nacional (2018), la deserción, el acceso a educación superior, la calidad entre otros indicadores ya presentaban una profunda brecha entre la zona rural y urbana.
Las alternativas al cierre de la brecha digital no se hacen esperar, existe una enorme deuda con una amplia base de población que está en riesgo de rezagarse, aún más, por la pandemia. Para ellos y para todo niño que no tenga acceso a internet o dispositivos trabajamos incansablemente en EducALL. No descansaremos hasta llegar a todos los rincones del mundo con #LlamadasParaEducar.